sábado, 31 de mayo de 2008

Mi querida hermana "chica"

Estoy en el aeropuerto camino a casa, por fin estoy solo y puedo mostrarme emocionado por lo que pasó e ilusionado por lo que viene, me contuve todos estos días para no alterarte, pero habría llorado como mi Magdalena cuando Arturo dio señales de conciencia y movió su cuerpo.
Cuando supe la noticia corrí a la casa, quería protegerte como cuando eras chica y cruzabas la calle del colegio de mi mano. Quería compartir contigo como cuando dábamos vueltas y vueltas en bicicleta haciendo carreras en el patio, quería convencerte como te convencía de hacer tonteras como tirar papel confort mojado desde el edificio hacia abajo, quería distraerte como cuando inventábamos juegos para no aburrirnos, quería enseñarte a enfrentar esto como cuando te enseñaba a jugar pingpong…en fin quería estar contigo en este momento tan difícil, haciendo del hermano mayor que siempre te ha querido tanto y vivió tantos momentos felices junto a ti y a nuestra familia.
Te encontré muy preocupada pero confiada, confiada en que Arturo seguiría con nosotros, como fuera y donde fuera. Me preocupó tu reacción, sabíamos que habían muerto 2 personas en el accidente, debo confesar que no me alcanzó la fe para creer que Arturo estuviera vivo o fuera a estarlo por mucho tiempo. Mi conocida actitud práctica me puso en los peores escenarios y ni siquiera tuve fuerza para imaginarlos, casi se me paró el alma cuando vi a Arturito jugando como siempre… “hola tío chelipe”. Asumí entonces que tenías que viajar conmigo, que tenía que acompañarte a lo más difícil de tu vida, que yo “el fuerte” podía ayudarte si es que la situación se ponía más complicada.
Parece que me perdí muchos años de “verte”, parece que no te vi crecer…no se dónde estaba, seguro metido con mis 4 hijos y la Ingrid intentando ser felices, seguro tu estabas en lo mismo… Hace cuántos años que no compartía contigo tantas horas, hace cuántos años que no intentaba animarte o enseñarte ¿hace cuántos años? ¿hace cuántos años tu no te acercabas a mí para abrazarme y pedirme apoyo? ¿hace cuántos años realmente no nos volvíamos a mirar como cómplices de alguna tontera o desventura?
En esta semana que estuvimos juntos en Suecia, no me encontré con mi hermana “chica”, no con la keluchi del papá y la mamá, sino contigo grande…GRANDE COMO UN CASTILLO, fuerte, inteligente, mesurada y optimista, profesional…me salí de mi vida y viví por un momento la tuya, donde están tus hijos y tu marido, tus suegros y tus cuñados, tu vocación de doctora, tu esfuerzo por ser feliz, tu amor por Arturo y tantas otras cosas que a pesar de vernos siempre nunca había notado o nunca había tenido tiempo de notar y vivir. Me pareció un momento notable, tan notable como cuando éramos chicos y cualquier cosa era un tremendo triunfo, como cuando salíamos en la noche a comprar dulchinos a la esquina con las monedas de la chaqueta del papá… si de algo ha servido esta difícil situación es para encontrarme contigo y tu vida de “grande”. A pesar de ello, siento que mi presencia estos días te dio cariño, tranquilidad y cobijo, que era lo único que quería darte yo y nuestra familia. Hoy estoy orgulloso de tu vida como si fuera la mía, y agradezco y lloro a Dios por su gracia de dejarte vivo a tu Arturo, que como mi Ingrid son nuestros caminos en esta vida.
Hoy en la estación del tren no quise abrazarte mucho ni decirte que te quiero y que me duele mucho verlos sufrir, no quería emocionarte con mi llanto por que tienes suficiente como para emocionarte más, pero quiero que sepas que es mi más profundo sentimiento.
No quisiera dejar de agradecerles a nuestros padres y a nuestra hermana, por que todo lo que somos hoy y todo lo que podemos enfrentar y desear para mañana es en gran medida por lo que vivimos como familia, con todos las dificultades que enfrentan todas las familias del mundo, pero con un amor, incondicionalidad, esfuerzo y sacrificio como pocas.
Quiero invitarte a ti y a toda nuestra familia a “vernos” más, a sentir la vida de cada uno como si fuera la propia, a agradecer lo que vivimos y viven los otros integrantes de la familia todos los días, bueno o malo pero lo vivimos, y ya hemos visto que la vida se pierde o se renueva en minuto de gracia divina, y quizás no bastará un minuto para decir todas las cosas que uno siente, pero que deja de decir por que no hay tiempo, o por que se entiende que es así, o bien por que ya se está “grande”.

Hoy que Arturo acarició tu cara, y abrió sus dedos de la mano sólo para tu mano, me siento tranquilo por que siento que volverán a ser los mismos. Los estaremos esperando.

Felipe